FICHA TÉCNICA:

 

Recorrido: Corvo – Montaña la Corcova – Lomo de La Laja – El Fronte – Finca de Los Delgado – Camino de San Fernando – Lomo de Moya – Moya.

Desnivel:445 m. (Corvo 929 m. – La Corcova 854 m. – Lomo La Laja 775 m. – El Fronte 710 m. – Finca de Los Delgado 643 m. – Lomo de Moya 600 m. – Moya 486 m.)

Tipos de firme: Asfalto, cemento y tierra.

ENP: Parque Rural de Doramas y Reserva Natural Especial de Los Tilos de Moya.

Precauciones: En carreteras circular por su izquierda.

Opciones de transporte: Es posible realizar en coche gran parte del recorrido. Paradas de guagua de Global en Corvo y Moya.

 

                          

 

DESCRIPCIÓN GENERAL

 

Esta ruta discurre enteramente sobre rocas del ciclo volcánico Post-Roque Nublo (los últimos 2,8 millones de años), y se desarrolla por la histórica Selva de Doramas, masa boscosa que fue desapareciendo a lo largo de los años y a la que la agricultura dio la puntilla durante el S.XIX y XX.

Este camino se inicia junto a la parada de guaguas existente a la entrada al barrio de Corvo, pasa delante de la antigua escuela, actualmente en fase de restauración para ser explotada como albergue. Continua, siempre entre eucaliptos y fincas,  por la falda Oeste de la Montaña de La Corcova, deja el Lomo de La Laja a la izquierda del camino y Montaña de Las Palmas a la derecha, y al llegar a El Fronte, ya en el Camino de San Fernando, y en continuo descenso por el Lomo de Moya, que nos deja unas bonitas vistas panorámicas de la Villa de Moya, nos lleva hasta el descansadero de los muertos y La Fonda, para finalizar junto a la oficina de turismo de Moya.

Los rasgos que definen el clima de esta zona de medianías de la vertiente de barlovento de la isla se caracterizan por la presencia de unos registros térmicos relativamente suaves a lo largo de todo el año y unas precipitaciones abundantes en el contexto insular.

El camino discurre entre los 926 y 490 msnm., bajo la influencia de los vientos alisios. Las precipitaciones medias pueden alcanzar los 600 mm. al año, localizándose las lluvias más abundantes al final del otoño y durante los meses invernales, mientras que el verano está marcado por una intensa sequía, aunque la aparición de los alisios provoca el fenómeno conocido como “lluvia horizontal”, en las zonas de contacto con las nubes, que produce densas nieblas que disminuyen considerablemente la visibilidad y aumentan la humedad ambiental.

Las condiciones de suaves temperaturas y gran humedad favorecieron la colonización por parte de las especies que forman el bosque del monteverde o Laurisilva. En el pasado prácticamente todo el área de influencia menos, quizás las cotas más bajas, cercanas a la Villa de Moya, se encontraba cubierto de este variado bosque.

A pesar de la drástica reducción de la Selva de Doramas, se conservan algunos pequeños bosquetes de monteverde en la zona, junto a matorral y cultivos, en zonas de umbría y fondos de barranco. Hoy en día estas zonas están recogidas dentro del Parque Rural de Doramas y otras figuras de protección más estrictas, caso de la Reserva Natural Especial de Los Tilos, que bordeamos por su extremo oriental.

Este bosque ha sido sustituido a lo largo de estos 5 siglos por diferentes tipos de cultivos y vegetación exótica, como son los cultivos arbóreos de eucaliptos con fines madereros cercanos a Corvo, Montaña de La Corcova, Lomo de La Laja y Montaña Las Palmas, donde pocas especies arbustivas y herbáceas pueden penetrar por la acidificación del suelo, destacando la aparición de brezos, follaos, laureles y granadillos en los márgenes de estas poblaciones.

Los relictos del monteverde son de gran importancia faunística para el mundo de los invertebrados, muy adaptados a esta formación boscosa, por lo que es fundamental el incremento de este tipo de bosque para evitar la desaparición de cientos de especies de insectos.

Entre las aves que nos podemos encontrar, de tamaño mediano destacan el mirlo, la tórtola y la paloma bravía. Y entre las de menor tamaño, destacan la alpispa, el frailero y el canario. También encontramos capirotes, pechuguitas, pinzones o chau-chau, etc.

 

ITINERARIO POR TRAMOS

 

Primer Tramo SVM.06 a: Corvo – Montaña la Corcova – Lomo de La Laja – El Fronte (aprox. 2520 m. / 40 minutos)

Partimos junto a la parada de guaguas existente en la carretera general GC-75, de Moya a Fontanales, en la entrada al barrio de Corvo, y primero en suave ascenso, y después en continuo descenso, nos dirigimos por camino de cemento hasta la vivienda nº 32 “Casa del Mirlo”, a 240 m. del inicio de la ruta, donde encontramos un cruce, a la derecha, Conexión con el sendero SVM.02. Nosotros continuamos a la izquierda, ahora descendiendo hasta cruzar la carretera GC-75, a 432 metros del inicio y a la altura del futuro albergue de Corvo, antigua escuela unitaria.

Seguimos por este camino de cemento, que, en apenas 1050 metros del inicio, pasa a ser de tierra, al inicio de Montaña de La Corcova, entre eucaliptos. A partir de aquí y siempre por pista de tierra avanzamos hasta su fin, en El Fronte, 1471 metros más adelante. En el camino dejamos atrás el Lomo y camino de La Laja a la izquierda, y la Montaña de Las Palmas a la derecha, siempre cubierta de bosquetes de eucaliptos, indicador del uso mederero de la zona en el pasado no tan lejano.

 

Segundo Tramo SVM.06 b: El Fronte – Finca de Los Delgado – Camino de San Fernando – Lomo de Moya – La Fonda – Moya (3010 m. / 50 minutos)

Ya en asfalto y hasta el final del recorrido, la ruta desciende por el Camino de San Fernando. Pasamos junto a dos de las casonas de las familias más adineradas de Moya, Los Delgado – Manrique de Lara, observando en la segunda de ellas, a nuestra izquierda, dos ejemplares magníficos de dragos.

A unos 1118 metros del inicio de este tramo, llegamos a una intersección a la derecha, Conexión con el sendero SVM.07, que viene del camino de Zarzagorda. Nosotros continuamos la marcha por el asfalto, hasta llegar a otro desvío, esta vez a la izquierda, también Conexión con sendero SVM.07, 402 metros más adelante. Seguimos todo recto por el Lomo de Moya, disfrutando de unas bonitas vistas panorámicas del Barranco de Moya y de la Villa de Moya, donde se aprecia su disposición sobre el lomo.

Comenzamos a descender de forma brusca y en zigzag hasta llegar al descansadero de los muertos, situado en el margen izquierdo del cruce entre el Camino de San Fernando y las carreteras GC-75, de Moya a Fontanales y GC-700, de Moya a Guía y Gáldar. Desde aquí, solo nos queda pasar por delante de La Fonda, y finalizar junto a la oficina de turismo de Moya, en la intersección de las calles Juan Delgado y paseo de Doramas.

 

INFORMACIÓN ADICIONAL

 

Montaña Las Palmas.

En pequeño cono volcánico de piroclastos, constituido por lapillis, escorias y bombas, perteneciente al ciclo post-Nublo y emplazado sobre coladas de lavas de composición basanítico- nefelinitica de este mismo ciclo.

Tiene planta circular y perfil cónico con unas dimensiones de 550 por 500 metros. Posee un cráter en herradura abierto hacia el Norte, cuya altitud esta a 750 msnm.

Presenta una densa masa arbolada que enmascara parcialmente el edificio, impidiendo apreciar con detalle su estructura, si bien ésta, afortunadamente es visible en algunas cuevas localizadas en sus laderas, que fueron utilizadas en el pasado como gallanías.

 

Familia Manrique de Lara.

Su origen parece vincularse con los reyes godos y, con posterioridad, a los Condes de Castilla y la Casa de Lara, uno de los cinco linajes más importantes y mayor poderío de la Castilla medieval. Tuvo enorme influencia, tanto en este reino como en el de León, en el período comprendido entre fines del siglo XI y mediados del siglo XIV. Dueños de cuantiosas posesiones y vastos dominios en Castilla, León, Andalucía y Galicia; su poder fue equiparable al de la monarquía.

El apellido arranca de uno de los miembros destacados de la Casa Lara, el Conde y Señor Manrique (Almerico) de Lara (vivió aprox. de 1103 a 1165), al asumirlo en su honor sus descendientes por ser hombre notable que alcanzó la amplios poderes territoriales, gobernando soberana e independientemente, y descender de la realeza adopta el lema de familia: “Nos non venimos de reyes, sino reyes vienen de nos”.

Manrique fue tutor de Alfonso VIII de Castilla, primer Señor soberano e independiente de Molina y Vizconde de Narbona, esto último por su casamiento con Hermisenda –Ermesenda o Ermesinda- hija y nieta de los vizcondes de Narbona, descendiente única y sucesora de Aimerico III, que vivió alrededor de los años 1115-1175.
Hijo de Pedro González de Lara (al parecer casado primeramente o estrechamente vinculado a la reina Urraca de Castilla, con la que tuvo descendencia) y Eva Pérez de Traba; nieto por línea paterna del primer conde soberano e independiente de Castilla y Señor de Lara, Fernán González y Sancha infanta de Navarra (hija del rey Sancho García II de Navarra).

Hijo de Manrique y Hermisenda fue Pedro Manrique de Lara, Señor de Lara y de Molina, vizconde de Narbona, tutor del rey Alonso VIII. Casó con la infanta Sancha de Navarra, hija del rey navarro García Ramírez V y la reina Urraca hija de Alonso VII. De este tronco, parten las ramificaciones del apellido Manrique de Lara.
Debido a la grandeza, opulencia y poder del conde Manrique de Lara, así como el número de deudos y súbditos, calidad y cantidad de empleos y honores, hicieron que en el siglo XII sus descendientes tomaran su nombre como apellido; costumbre inusual en Castilla. De esta forma, se constituyó en tronco y principal ascendiente de la Casa Manrique de Lara; esta rama de la extensa e ilustre estirpe de Lara, fue la única que sobrevivió más allá de la Edad Media.

Sus sucesores ostentaron los más importantes títulos de Castilla como el ducado de Nájera, marquesado de Aguilar de Campoo, condados de Paredes de Nava, Osorno, Treviño, Triviana y Amañuelas; todos ellos con Grandeza de España. También dieron ilustres literatos como Gómez Manrique o Jorge Manrique, así como príncipes de la Iglesia y numerosos caballeros de Ordenes Militares.

El emperador Carlos V distinguió la Casa de Lara con Grandeza de España, manteniendo una gran influencia en la Corte, ostentando cargos importantes como virreyes, capitanes generales, embajadores y cardenales. Al igual sucedió en el reinado de su hijo Felipe II.

 

Adentamiento en Canarias.

Francisco Manrique, mercader burgalés natural de Orduña, provee el apellido en las islas Canarias, al instalarse en 1550 en el Real de Las Palmas. Sus padres fueron Andrés Manrique (hijo de Martín Sanz de Orduña y de María Sainz Manrique, residentes en Orduña cerca de Bilbao que vivieron durante el reinado de los Reyes Católicos) y Catalina de Salas (hija de Juan de Salas y Catalina de Quixada).
En las islas sus descendientes emparentan con importantes familias como Massieu, Bethencourt, Falcón, Llarena, Bravo de Laguna, Acedo, Pestana, Romero-Zerpa, del Río, Westerling, Quintana y, los títulos, de marqueses de Acialcázar, Torre Hermosa y Villanueva del Prado, y los condes de Siete Fuentes, Ponte-Ximénez y Bérriz (éste, en España peninsular).

Francisco Manrique de Lara instauró su familia en Canarias, que crece en importancia por su casamiento con Isabel Cibo Sopranis, hija del patricio genovés Felipe Cibo Sopranis. Constan como descendientes de este matrimonio:
Andrés Manrique de Lara Cibo Sopranis, se estableció en Truxillo (Perú), con descendencia.
Teodora Manrique de Lara Cibo Sopranis (Las Palmas 1565), continuadora de la familia. Enlazó con el capitán Juan Bautista de Amoreto, hijo de Juan Bautista Amoreto I y Blanca Rapallo. Sus hijos fueron:

Alejandro Bautista de Amoreto Manrique de Lara (Las Palmas 1590) que forma la rama Manrique Amoreto (casa del condado de la Vega Grande). Casó en 1615 con Jacinta Calderín Tello, hija de Teodoro Calderín Balboa Ana Xuárez Tello.
Blanca de Amoreto Manrique de Lara, fundadora de la rama Manrique de Lara Cabrera (coroneles-gobernadores de Fuerteventura), matrimonió en 1609 con el capitán Lorenzo Gesquier (Las Palmas 1584) y en 1620 con Vicente Álvarez Travieso, de éste último sin hijos.

- Isabel de Amoreto Manrique de Lara, monja Bernarda.

Así en Canarias quedan constituidas dos ramas familiares, iguales en importancia y méritos:
a) la Manrique de Lara-Amoreto (Condes de la Vega Grande de Guadalupe) vinculada a los mayorazgos Manrique, Truxillo, Alvarado y Castillo.
b) la Manrique de Lara-Cabrera (Coroneles de Fuerteventura), por enlace de Francisco de Asís Manrique de Lara del Castillo (Las Palmas 1765: La Oliva 1833) con Sebastiana Cabrera Cabrera (La Oliva 1762; ídem 1850), última del linaje de los Cabreras establecidos en Canarias fundada por el conquistador Alonso de Cabrera Solier, casado con Catalina Dumpiérrez.


Por otro lado, volviendo atrás y situándonos en el siglo XVI, Martín Manrique de Lara, hermano menor de Francisco fundador de la familia en las Islas, se instaló accidentalmente en la isla de la Gomera, cuando iba camino a Perú. Casó en esta isla con Isabel de Bobadilla Ayala, nacida en 1543, hija del capitán y gobernador de la Gomera Diego Prieto Melián y Ana Peraza de Ayala hija, a su vez, del Conde de la Gomera y Señor del Hierro Guillén Peraza de Ayala.

Martín Manrique de Lara fue capitán general y gobernador de la Gomera. Este matrimonio dejó como descendencia a:

Águeda Castilla que enlazó en Hermigua (1599) con el sargento mayor Pedro Barnuevo y Carvajal; sin sucesión.

Pedro Manrique que en 1604 matrimonió con Catalina Perdomo. Tuvieron una hija: Elvira Manrique.

Francisco Manrique, regidor de la Gomera, su cónyuge fue Elvira Osorio, y sus descendientes: Martín Manrique de Lara.

 

El Eucalipto: una relación de amor/odio.

En Gran Canaria, y sobre todo en Moya, se han asilvestrado dos especies del género Eucalyptus: Eucalyptus globulus, el eucalipto blanco, y Eucalyptus camaldulensis, el eucalipto negro, el primero de flores grandes y el segundo de "pseudohojas" (en realidad son ramitas aplanadas o filodios) y flores mucho más pequeñas. Los dos son procedentes de Australia y son considerados invasores. Más allá de estas consideraciones, se ha establecido tradicionalmente sobre esta especie una relación un tanto esquizofrénica de amor y odio. En ocasiones se les señala como perfectamente introducidos en nuestra cultura popular, que utiliza sus recursos, madereros, medicinales, paisajísticos, hasta el hecho de que se incluye a este árbol dentro del acervo cultural insular, apareciendo en el listado de especies y hierbas medicinales.

Prueba de este arraigo es su presencia en la prensa local cuando, por cualquier causa, una ampliación de una carretera, o la presencia de una plaga que les afecta, estos árboles se ven en peligro. También es importante su ya escaso uso como especie maderable, tanto en la construcción con la introducción de nuevos materiales, y en la agricultura, que ha ido en retroceso desde el boom del turismo.  Todo esto, no evita que en los medios conservacionistas se mantenga, no sin razón, una lucha contra la extensión de estas especies calificándolas de invasoras.

Como siempre no existe una única verdad, ambos enfoques son ciertos. Por un lado el eucalipto, como el castañero o el almendrero, se ha incorporado a nuestro acervo cultural y paisajístico, teniendo además interés medicinal. Pero no es menos cierto que este tipo de formaciones vegetales son cultivos, y no bosques, por lo que no contribuye a la biodiversidad. Esta disparidad de criterios no es exclusiva de Canarias, al contrario, se da en cualquier zona en la que se plantan eucaliptos en detrimento de la vegetación autóctona.

Para finalizar, los eucaliptos no son grandes enemigos del bosque natural. No lo desplazan, pero tampoco permiten la regeneración natural de la vegetación y frenan su progresión.  Cuando el eucalipto, especie de rápido crecimiento, proyecta su sombra sobre las especies vecinas y sus hojas, con propiedades alelopáticas se acumulan en el suelo, impide la regeneración natural del bosque autóctono. Esto implica que deben ser controlados en espacios naturales y, a ser posible, sustituidos por árboles autóctonos que faciliten la progresión natural del sistema.
Como en muchas relaciones humanas, esta que mantenemos con el eucalipto puede resultar dañina para una parte. Más vale quedarse cada uno en su sitio, los eucaliptos en las zonas urbanas y en cultivos, y los árboles autóctonos en nuestros montes.

 

 

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